Lograr, según la RAE (Real Academia Española), tiene tres definiciones:

  • Conseguir o alcanzar lo que se intenta o desea
  • Gozar o disfrutar de algo
  • Dicho de una cosa: llegar a la perfección

El día que cumplo la edad de Cristo he querido hacer un repaso de las metas que he alcanzado en estos 33 años, al menos, de las que más me han marcado.


En todos los curros que he tenido he intentado ser la mejor, no porque mis compañeros fueran peores, sino para demostrarme a mí misma el poder de trabajo que tengo.

Después de aprender la provincia de León casi de memoria (y de que, por desgracia, se me olvidara), de meter miles de reservas en el sistema y escuchar durante horas las quejas de los clientes, de ser la diosa de un hotel por la que pasa absolutamente todo, de hacer que mis compañeros conductores creyeran que llevaba años trabajando a su lado cuando hacía sólo una semana que había empezado llegó el día en que me designaron Segunda Jefa de Recepción.

No es que cambiara demasiado mi forma de trabajar y, por supuesto, mi sueldo seguía siendo el mismo. Sin embargo, es una forma de decir: Paula, estás haciendo un trabajo excelente y te vamos a recompensar por ello.


Orla de la clase

Tras emigrar pensando que la vida era simple gozo, un carpe diem continuo, me di cuenta que no disponía de ningún mérito que me hiciera digna a nivel educativo. Toda mi vida estudiantil había pasado a ras del aprobado e incluso había dejado varias carreras por falta de intención.

Sin embargo, cuando me vi en Lieja cuidando a un niño de una familia adinerada y escuchando las vidas de mis compañeros de clase y de la gente que conocí en el campamento Prend la place, descubrí que quería crear un mundo mejor y que la mejor manera de hacerlo era a través del turismo. Quería ser la mejor en algo, en ese algo que me apasionaba, y por ello decidí volver a casa y estudiar el Grado Superior de Guía, Información y Asistencia Turística, obteniendo la mejor nota de Castilla y León en la rama de Hostelería y Turismo.

Estar horas estudiando me llevó a sentir por primera vez lo que significa lograr un objetivo y la gratificación de esa perseverancia, a pesar de los infortunios del camino. Básicamente cambió mi vida.


Tras ser Técnica Superior en Guía, Información y Asistencia Turística, mis ansias de conocimiento seguían creciendo, por lo que tomé la decisión de inscribirme en la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia) en el Grado de Turismo. Ilusa de mí que, tras realizar mis cálculos, pensé que, en 4, como mucho 5 años, me habría sacado el título.

Trabajar a jornada completa mientras estudias sin ninguna ayuda por parte de la Universidad, que la locura te alcance cuando menos te lo esperas y la desaparición de una de las personas más importantes en mi vida son algunas de las excusas que ponía (y a veces pongo) para explicar que, tras 7 años, por fin puedo decir que soy Graduada en Turismo.

A pesar de que la última etapa, el TFG (Trabajo Fin de Grado), suponía iba a ser la más agradecida, resultó ser caótica y triste por la situación que nos ha tocado vivir. Conseguí finalizar mis estudios y con ello tener, al menos, una carrera. Una carrera que, por otra parte, no creo que sirva de mucho, un mero trámite que da acceso a especializarse, al fin y al cabo, lo verdaderamente importante.


De primeras, esta frase puede crear confusión, pero para mí fue un duro golpe que me ayudó a conocerme mejor. Tras meses investigando sobre Grecia y los mal llamados refugiados que se quedaban varados en el país heleno, cogí un avión de ida con la intención de ayudar.

Para ponernos en situación, era la época en la que los campamentos independientes como Indomeni estaban siendo desalojados y las personas que allí habitaban eran obligatoriamente llevadas a los bien llamados campos militarizados. En la mayoría de ellos era el Gobierno Griego, militares y ACNUR quienes los gestionaban. En algunos pocos, alguna ONG o Asociación con contactos o muchísima perseverancia había conseguido entrar a formar parte de su organización. Y en uno, una mujer se hizo con el poder, y me dejó formar parte de su equipo.

Mi labor era conducir una furgoneta con todas las acciones que podéis imaginar: ir a comprar, llevar y traer a gente, recoger mercancía… La posibilidad de hacer favores dentro del campamento aumentó mi conocimiento de las familias y eso se convirtió en mi perdición. No entendía porqué existía una línea indivisible entre las personas que estaban esperando asilo y nosotros (voluntarios, militares, trabajadores, etc.). Era como si fuéramos superiores a ellos y la cuestión es que lo único que nos diferenciaba era una situación temporal en la que ellos se encontraban (digo temporal porque se suponía que tarde o temprano tendrían una vida normal en algún país europeo).

Mi amistad con varios de los inmigrantes acarreó una situación muy difícil, tanto para ellos como para mí, que los veía como mis iguales. Tuve que abandonar el campo, el pueblo, el país y darme cuenta de dos cosas: que las decisiones que tomas junto con otras personas traen consecuencias y que no creo, ni quiero creer, en una división entre personas porque todos y todas somos iguales y DEBERÍAMOS tener los mismos derechos, independientemente del lugar de nacimiento.

Por ello no soy buena voluntaria, porque me implico, porque amo, porque río y lloro con la gente. Porque mi empatía me hace vulnerable y no ayuda a nadie, y menos a mí.


Tener perro desde que tienes conciencia hace que exista un lago negro de tristeza o ausencia cuando te falta. Por eso hace años, cuando empecé a vivir sola, que no a independizarme, decidí que algún día adoptaría uno y que lo adoptaría mayor o con alguna discapacidad. Quienes me conocen saben que las taras son mi pasión para todo.

El 27 de febrero entró en mi vida una mestiza de 12 kilos y 8 años llamada Frida gracias a la asociación Provolan. Desde el momento que la conocí he cometido muchos fallos, fallos que no hubiera realizado si hubiera sabido lo que sé a día de hoy. Básicamente tendría que haber estudiado o informado acerca del mundo canino y las adopciones al menos unos meses antes de adoptar.

Sin embargo, poco a poco veo como Frida abre su corazón al mundo, me enseña que la paciencia es la mejor virtud y la más difícil de adquirir y me adentra en el mundo de los cuidados, los buenos cuidados.

Es cierto que nos queda muchísimo trabajo por delante para tener una relación sana y estable tanto por un lado como por el otro, pero es cuestión de tiempo y constancia, de buscar ayuda y saber qué ayuda le vendrá mejor. Básicamente la clave es «mucha compañía, poca interacción». A día de hoy no me imagino mi vida sin ella a mi lado.


Este es un logro que todavía no he alcanzado y que me costará toda una vida de herramientas, calma, paciencia y energía bien consumida. Pero he querido añadirlo porque creo que es una de las cosas más importantes que una persona puede conseguir.

Quererse a uno mismo significa ser libre para elegir, para vivir y para realizarse como persona. Significa tener responsabilidades con uno mismo y con los demás; organizarse de manera efectiva para que tanto el ocio como las responsabilidades tengan cabida en nuestras vidas; saber decir «no, estoy ocupada»; «no, ahora no me apetece» o «¿por qué no?».

Pedir ayuda es importante en aquellos momentos en los que nos sentimos perdidos, sin rumbo, como un pato sin cabeza. Debemos saber que, en innumerables ocasiones, el suelo será lo más alto a lo que llegaremos. Pero también debemos saber que el suelo es lo más bajo a lo que podemos caer y, de ahí, sólo para arriba.

La vida es una escalera hacia la felicidad con forma de montaña rusa: los peldaños no son rectos y la subida nunca será constante. Sin embargo, trabajando en ello diariamente podremos defender nuestras ideas, hacer aquello que no queramos y disfrutarlo, y disfrutar de aquello que amamos y creíamos olvidado o de aquello que nunca supimos que existía.

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